Va a cumplir noventa años pero el brillo en su mirada es el de la juventud. Conserva la sonrisa fácil, generosa y sarcástica. Si algún adjetivo corresponde a su conducta pública y privada ese adjetivo es el de intachable. Hombre de Estado, hombre de principios, hombre de trabajo, hombre de familia, hombre cabal, Luis Bedoya Reyes es un peruano ilustre, digno de admiración por haber dedicado apasionadamente su vida a la política entendiéndola como entrega a una causa superior.
UNO: Sus acciones son lecciones. Es el mejor alcalde en la historia de Lima. A cuarenta años de concluidas, sus obras son testimonio de visión y modernidad. Pero es en su conducta cívica en que la figura de Bedoya se enaltece. Tras las efímeras horas de triunfo con Bustamante y Rivero acompañó a éste en el infortunio. Patrocinó el habeas corpus que permitiría al ex mandatario retornar al Perú. Nombrado ministro de Justicia por Belaunde, devolvería una y otra vez y con creces la distinción del arquitecto. Dos veces alcalde en 1963 y 1966, si no hubiese habido golpe de Estado en 1968 muy probablemente Bedoya habría rivalizado con Haya de la Torre en 1969.
DOS: En la Constituyente de 1978 rechazó de plano la envenenada propuesta de los comunistas que buscaba cerrar el paso a Haya a la presidencia de la Asamblea. Sin pedir nada a cambio dio sus votos a Víctor Raúl en un gesto de ecuanimidad histórica.
TRES: Por ser fiel a sus principios, por no andar divagando en la estratósfera ni contemporizando con las medias tintas, por ser instintivamente reacio a la politiquería, en su tiempo fue calificado de derechista por los áulicos del velasquismo; comunistas aupados a la dictadura. Nunca buscó de éstos ni aquiescencia ni apaciguamiento.
CUATRO: Derrotado en las presidenciales de 1980, su partido prestó ayuda ministerial al segundo belaundismo. Fue un error nacido del desprendimiento por el que pagaría alto costo político.
CINCO: En 1990, próximo a cumplir setenta años, habría sido humanamente entendible una cierta reserva suya respecto de la candidatura de Mario Vargas Llosa. Ocurrió todo lo contrario. Mientras otros hacían cálculos de último minuto y algunos más presentaban obscenos requerimientos de curules, sinecuras y prebendas, Bedoya fue el más leal y comprometido aliado según testimonia el propio Vargas Llosa.
SEIS: Decía Luis Alberto Sánchez que el nuestro es un país que ama las revueltas pero que odia la revolución. No es extraño que la historia del Perú esté plagada de súbitos raptos de incordura. Siendo así, es bueno que voces y figuras incólumes como las de Luis Bedoya Reyes gocen de tan espléndida salud.
Carlos Espá
22 de Agosto de 2008